Maribel Martínez, El
Correo
La poesía no solo proporciona placer sensorial y estético al lector con sensibilidad. Es, además, una potente arma, capaz de aumentar la actividad cerebral de quienes disfrutan de ella. Porque no hay mayor poder que el de las palabras hábilmente combinadas: pensemos en un discurso político bien tejido o en una campaña publicitaria impactante. El Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL) ha ido más allá y ha logrado medir empíricamente la capacidad de las figuras retóricas para generar actividad cerebral. Una constatación que abre la puerta a aplicaciones terapéuticas para pacientes con algún tipo de deficiencia intelectual.
Al frente de este estudio está Nicola Molinaro, un 'staff scientist' del centro donostiarra a quien la bombilla se le encendió tras leer un artículo sobre la capacidad de los monos de distinguir no solo palabras con una relación concreta con objetos que están viendo, sino también las características que éstos poseen. «Podían distinguir entre plátano un pequeño y otro grande», apunta Molinaro. Entonces, ¿dónde está la peculiaridad del lenguaje humano?
La poesía no solo proporciona placer sensorial y estético al lector con sensibilidad. Es, además, una potente arma, capaz de aumentar la actividad cerebral de quienes disfrutan de ella. Porque no hay mayor poder que el de las palabras hábilmente combinadas: pensemos en un discurso político bien tejido o en una campaña publicitaria impactante. El Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL) ha ido más allá y ha logrado medir empíricamente la capacidad de las figuras retóricas para generar actividad cerebral. Una constatación que abre la puerta a aplicaciones terapéuticas para pacientes con algún tipo de deficiencia intelectual.
Al frente de este estudio está Nicola Molinaro, un 'staff scientist' del centro donostiarra a quien la bombilla se le encendió tras leer un artículo sobre la capacidad de los monos de distinguir no solo palabras con una relación concreta con objetos que están viendo, sino también las características que éstos poseen. «Podían distinguir entre plátano un pequeño y otro grande», apunta Molinaro. Entonces, ¿dónde está la peculiaridad del lenguaje humano?